En estos últimos 10 -15 años, hemos podido apreciar en el fútbol, gracias al desarrollo de las tecnologías, a mejores y más profesionales estructuras de los cuerpos técnicos y a una formación más eficiente de los profesionales que trabajan en este deporte; una mayor profundidad de análisis y comprensión del juego, llegando a entrar tan en detalle y de manera tan milimétrica, que llegamos a tener en cuenta patrones motrices de movimientos del jugador, para que los ejecute de la manera más correcta posible y así tener ventajas en el juego.
Esta nueva vertiente de entendimiento del juego, unido al conocimiento de las metodologías de éxito más reciente, como la periodización táctica, han cambiado de manera radical el ámbito de la metodología de entrenamiento.
Basándose en muchos de los principios metodológicos en los que esta metodología se sostiene, podemos observar que los entrenamientos, en un alto porcentaje persiguen la creación de un modelo de juego para competir de una manera eficiente, basándolo en patrones de respuesta específicos para situaciones del juego.
Para ello se crean sesiones elaboradas donde se busca la aparición de principios como conceptos generales que sostienen al modelo de juego y subprincipios que serían los comportamientos específicos sectoriales o intersectoriales que harían de conectores de los grandes principios.

Esto supone un enorme salto de calidad a nivel de entrenamientos, ya que estos son cada vez más específicos, concretos, y por ello, necesitan de un proceso de elaboración más reflexivo y complejo que exige al entrenador mayor nivel de profesionalidad e implicación.
Pero, en esa búsqueda de la identidad, ese modelo de juego reconocible donde queremos ver plasmadas las ideas que rondan en nuestra cabeza, en muchas ocasiones no tenemos en cuenta dos variables, a mi entender muy importantes a la hora del desarrollo de ese modelo de juego.
Primero, en ese intento de llegar a desarrollar el modelo, desmenuzamos el juego, encontrando los principios y subprincipios que darán forma a la idea de juego que tenemos en nuestra cabeza, creamos tareas y sesiones siguiendo el principio de propensiones, con normas y reglas que condicionan el juego para que esos principios y subprincipios que hemos pensado se repitan, convirtiéndose en el fin mismo de la sesión. Podríamos etiquetar ese tipo de tareas como tareas de concepto.

Ejemplo: Fin de semana nos enfrentamos a un equipo que nos va a plantear una presión alta, y
planteamos una sesión para trabajar el 3er hombre como solución a ese contexto.

Tarea de concepto:

En esa obsesión por encontrar la identidad, la especificidad, lo concreto, nos olvidamos de que el verdadero protagonista es el futbolista. Como entrenador, pensar que las soluciones que les podemos aportar en nuestra cabeza son mejores que las que el mismo jugador, de manera natural nos puede ofrecer, es a mi parecer alejarse un poco de la realidad.
Si el objetivo del entrenador es crear un equipo más eficiente, ¿por qué limitamos a los jugadores a esas soluciones de contextos competitivos que se nos vienen a la mente?. Si hacemos esto, solo preparamos para solucionar X situación de X manera.
Siendo el juego tan complejo, y teniendo en cuenta que las situaciones del juego tienen infinidad de soluciones ¿no sería mejor proponer contextos competitivos abiertos para que los jugadores los vayan solucionando?

Siendo esta nuestra elección, el entrenador en base a esas soluciones del contexto propuesto por parte de los jugadores, elegirá cuales son las soluciones validas, creando así un modelo mucho más eficiente, ya que habrá muchas soluciones en base al problema presentado.

Ejemplo:

Fin de semana nos enfrentamos a un equipo que nos va a plantear una presión alta, y planteamos
una sesión donde en los ejercicios se represente esa presión, en base a lo que ocurra, plantearemos
patrones competitivos.

Tarea de contexto:

Si nuestro equipo durante la primera serie, serie donde les dejamos expresarse, donde si aparecen los errores bienvenidos son, ya que son parte importante del aprendizaje; pierde muchos balones, intentando los jugadores poseedores girar en campo propio, marcaremos un patrón donde el poseedor no debe girar en su propio campo, pero el abanico de soluciones para cumplir esta pauta es muy amplio: siendo posible receptor cercano podrá quedarse el balón, repetir al jugador que se asocia con él, conducir hacia atrás o lateralmente, jugar 3er hombre; si es receptor el alejado podrá estirar al espacio, bajar un escalón y recibir perfi lado, recibir en intermedias y darle continuidad al juego, etc. todas las soluciones con las que los jugadores puedan desenmarañar el problema de la presión alta, respetando la manera en la que se expresan y se relacionan los jugadores.
Un ejemplo de solución no válida: recibir de espaldas en campo propio, elevar la pelota y lanzar de espaldas quitándonosla de encima, el jugador cumple la premisa de no girar como poseedor en campo propio, pero no sería valida dentro de mi modelo/idea de salir de una presión alta.
En este tipo de ejercicios, los conceptos que se dan son los medios para llegar a encontrar soluciones
para esa presión alta.
Este tipo de tareas podemos definirlas como tareas de contexto.
Éstas crearán una identidad menos defi nida, pero un modelo más rico, debido a que el equipo tendrá muchas más herramientas para afrontar con mayor éxito los problemas de la competición, ya que hay varias maneras de solucionar esos contextos que se presentan en el juego, siempre respetando al jugador como epicentro de ese desarrollo, y serán ellos los que interpreten, serán ellos los que solucionen y nosotros, como entrenadores, solo tendremos que hacer de guías para que se creen esas relaciones comunes, esa idea de desarrollar el juego.
De esta manera, preparamos para solucionar X situación de X, Y, Z, … maneras.

La segunda variable, a la hora de establecer conceptos para nuestro modelo de juego, tiene que ver con que algunos de ellos van ligados a otros de manera indivisible, y que necesitan de esa base para poder instaurarse con cierta lógica en nuestro ADN competitivo.
Es decir, hay conceptos que, para que tengan una transferencia, no podemos trabajarlos de manera
específica o disociada.
Un ejemplo que está muy de moda es la presión tras pérdida. Muchos entrenadores la trabajan en tareas y sesiones descontextualizadas, donde el objetivo específico es conseguir que se dé el concepto un gran número de veces.

Tarea de concepto (presión tras pérdida)

Pero ¿hemos tenido en cuenta, que para que la presión tras pérdida sea efectiva se tienen que dar una serie de situaciones? Una podría ser, teniendo nuestro equipo la posesión del balón, intentar asociarse en una construcción corta donde seamos capaces de realizar una secuencia de pases para ordenar a nuestro equipo en base al balón, haciendo así que tengamos una superioridad numérica o posicional en el momento que perdamos la pelota, y que, mediante esta ventaja, podamos activar de manera efi caz la presión tras pérdida.
Si conseguimos generar ese contexto, la presión tras perdida se DARÁ, de manera inherente al juego, ya que desde que tenemos el balón estamos preparando al equipo para esa posible pérdida y cómo poder contrarrestarla. Simplemente tendremos que enfatizar cómo la realizamos, con qué intensidad, en qué zonas sí y en cuales no, etc. por lo que me parece un método con mayor capacidad de transferencia a la competición.
Teniendo en cuenta esos dos matices, si la estructura metodológica de las sesiones es eficiente, conseguimos una buena relación de espacios y jugadores en las tareas, teniendo en cuenta el nivel de estos y, el feedback y correcciones dirigen la sesión por el camino adecuado, podremos crear un modelo de juego rico en soluciones, basado en la relación juego/jugador, potenciando el desarrollo de estos últimos, limitándolos en la menor medida posible, sin además, alejarnos de crear un equipo que esté preparado para competir de manera efi ciente.

Autor

DAVID GUZMÁN REPOLLES “REPO”
Experto en Fútbol Base y Metodología de entrenamiento
Entrenador Nivel III

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